Me encanta la sensación de entrar a una librería sin saber con qué libro voy a salir. Me fascina deambular por los pasillos, dejando que mis ojos se pierdan entre la multitud de títulos y portadas, a ver qué libro me llama la atención.
Hace unas semanas, mientras caminaba entre los tomos de McNally Jackson, una de mis librerías favoritas en Williamsburg, me topé con una mesa llena de libros con portadas de mujeres. Detrás de la mesa, había un cartel con la frase “Soy el libro más interesante de todos”. Eran diarios de mujeres, en su mayoría escritoras. En mi afán por coleccionar títulos y leer más y más y más ficción, nunca se me había ocurrido leer los diarios de esas mismas escritoras cuyas novelas he devorado.
La foto de Virginia Woolf en una de las portadas me detuvo. Reconocería su rostro en cualquier lado. En la pared frente a mi escritorio, tengo pegadas fotos de mis faros literarios y artísticos. Son aquellos escritores y músicos que tienen una influencia grande en mí, por los que siento una fascinación casi palpable. Debajo de la mirada aguda de Jack Kerouac y a la derecha de la sonrisa de Charlie Parker, sentada leyendo un libro, se encuentra Virginia Woolf.
De las primeras cosas que supe de Virginia Woolf fue su final. El 28 de marzo de 1941, salió de su casa con los bolsillos llenos de piedras y caminó hasta hundirse en la profundidad del río Ouse. La imagen de esta escritora sucumbiendo a la depresión sigue marcando a generaciones de sus lectores y siempre me ha conmovido profundamente. Woolf batalló contra la depresión a lo largo de su vida. En su época, las llamadas enfermedades mentales eran aún más incomprendidas y estigmatizadas de lo que son hoy en día. Por ende, las opciones de tratamiento disponibles no solo eran limitadas e ineficaces, sino que podían llegar a ser nocivas.
Empecé a leer a Virginia Woolf con la esperanza de que su vida tuviera otro desenlace, como si leerla lograra cambiar el final de su historia. Woolf dejó un legado literario extraordinario, un universo que trasciende la tragedia. En sus escritos encontramos una voz poderosa que no teme explorar los rincones más íntimos del ser humano. Sus ensayos y piezas de ficción exploran las profundidades del alma, capturando la esencia de la condición humana en toda su complejidad. La vulnerabilidad, la soledad y la crudeza de la existencia coexisten con la búsqueda de la verdad y la persecución de la felicidad plena.
Además de contar historias, la seguridad y certeza de sus palabras buscaban la reivindicación de los derechos de las mujeres. Si bien hoy podríamos decir que no se trataba de una igualdad interseccional, sino aquella que favorecía a mujeres blancas de determinada clase social, Woolf escribió en un contexto histórico en el que la mayoría de las mujeres aún no tenían derecho al voto. Décadas más tarde, su obra sigue inspirando y desafiando a generaciones de lectores.
Esta tangente es para decir que todos los escritores que tengo en mi pared en algún momento me hicieron pensar que escribir no podía ser para mí. Más que inspirarme, me intimidaban. García Márquez creó un movimiento literario, Camus, una corriente filosófica. Kerouac, con aquella prosa espontánea y desenfrenada que tanto envidio, en tan solo dos semanas escribió una de mis novelas favoritas en un rollo de papel, con correcciones mínimas. De Beauvoir fue mi ingreso al feminismo y a un mundo de cuestionamiento. Baldwin tiene la capacidad de llegar a mi corazón como pocos escritores logran hacerlo. La crudeza y autenticidad de Ernaux me llevan a temer escribir cualquier cosa que no sea cierto. La exploración del lado oscuro de la psique en la obra de Plath me inquieta y me fascina. Y Virginia, Virginia me asustaba porque era un recordatorio de que aún con un cuarto propio me cuesta escribir.
Desde hace unos meses, he intentado transformar mi relación con estos autores. Puse sus fotos en mi pared para que empezaran a acompañar mi escritura en lugar de confrontarla. Leer el diario de Virginia Woolf ha tenido un efecto aún más impactante en mí. Me ha ayudado a ver cómo a las personas que admiramos e incluso idealizamos les plagan nuestros mismos miedos e ideas de fracaso. Al solo leer el producto final, es fácil pensar que estas figuras literarias históricas son inquebrantables, sin imaginar que detrás de su genio y legado hay una humanidad compleja, llena de dudas y vulnerabilidades.
Ese día en McNally, antes de decidir si compraba o no su diario, lo abrí en una página cualquiera. Como si estuviera debajo de una lupa, una frase saltó a mis ojos: “soy un fracaso como escritora”. Esta era la Woolf que ya había publicado novelas, cuentos y decenas de ensayos. No dudé en comprarlo.
Empecé a leerlo y descubrí a una Virginia Woolf plagada de inseguridades, la voz insegura que se esconde detrás de aquella voz certera de sus ensayos y novelas. Sus dudas sobre su talento, temor al fracaso y comparación con otros escritores eran recurrentes. Igual, a pesar de estos miedos, seguía acercándose a la página en blanco día tras día. En una de sus entradas escribió que tenía que seguir escribiendo porque amaba hacerlo, escribir ficción era una necesidad vital para ella. En otra, recuerda que escribir era el verdadero placer y ser leída lo superficial. De la crítica, escribía que no se veía a sí misma como un éxito, pero esa misma sensación la ayudaba a esforzarse a ser mejor.
Leer las palabras de Woolf, ahora en su diario, me ha permitido acercarla a mi propia realidad, también plagada de inseguridades. Al leer acerca de sus propios miedos, admiro más su fuerza y determinación por seguir escribiendo. Su capacidad para seguir adelante a pesar de sus dudas, la convierten en una fuente de inspiración inagotable.
El verdadero legado de nuestras fuentes de inspiración no está en su obra, cualquiera que sea, sino en su perseverancia y en la valentía de seguir creando a pesar de los obstáculos. La admiración debería inspirarnos a actuar en vez de paralizarnos. Sus obras no son obstáculos, sino faros que iluminan nuestro propio camino y nos impulsan hacia adelante.
Es la humanidad de nuestros héroes, sus cuestionamientos y miedos, los que los hace sentir tan cercanos, tan reales e inspiradores. Incluso, son estas luchas internas las que los hacen grandes, pues la verdadera grandeza no está en la ausencia de miedos, sino en la capacidad de seguir adelante a pesar de ellos.
ESTA SEMANA:
LO MEJOR: El arepari del sábado, es decir, una fiesta con arepas, guaro y mucha música millennial. Caminar entre los cherry blossoms de Central Park.
MI PUNTO BAJO: Pasar mitad de la semana con dolor de cabeza y la decepción de comer una pizza bastante mala.
MOMENTO RANDOM: Como todos los mejores cuentos, esto viene con fotos y capturas de pantalla. Una de mis sobrinas estuvo en un cumpleaños hace poco y de sorpresa le regalaron un pollo. Sí, un pollo vivo, la pesadilla de los papás en los noventa cuando sus hijos iban a primeras comuniones. Tengo bastante que decir acerca de regalar pollos a los invitados de un cumpleaños, pero este no es el momento. Mi hermana nos manda una foto un poco oscura del famoso pollo al grupo de WhatsApp de la familia. Todos empezamos a hablar de la peculiaridad de la sorpresa. A todas estas, mi mamá estaba convencida de que la sorpresa era una pechuga de pollo y cree que los niños hubieran preferido al menos nuggets (coincido).
Durante una hora, ella siguió insistiendo que les regalaron una pechuga cual Kokoriko JAJAJA.
FRASE: “I thought how unpleasant it is to be locked out; and I thought how it is worse, perhaps, to be locked in.” - Virginia Woolf
Detalles del book club:
Libro: El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza
Fecha: miércoles 22 de mayo
Hora: por definir
Valor: $6 USD
Incluye: sesión virtual moderada por mí, guías de lectura que enviaré antes de la sesión y acceso a un chat del club
Método de inscripción: Suscripción paga de Substack para el club del mes
Pictured: Sabiduría en las calles
Recuerda: No feeling is final
Un abrazo,
Cata
Respecto a lo que escribes. A mí me encanta leerte 😊 No dejes de escribir.
Gracias por este Newsletter tan bonito.